Endulzantes artificiales y controles de azúcar en la sangre del cuerpo

 Food Additives >> Aditivos alimentarios >  >> Comida sana

La investigación siempre está en marcha para explorar nuevas ideas y relaciones. Actualmente, los investigadores informan que los edulcorantes artificiales pueden alterar la capacidad del cuerpo para regular el azúcar en la sangre, lo que puede causar cambios metabólicos que pueden ser precursores de la diabetes.

Los investigadores que prueban esta teoría aún no se han sometido a la primera ronda de sujetos de prueba humanos para su estudio, pero han estado monitoreando ratones. Los investigadores descubrieron que cuando los ratones consumían edulcorantes, cambiaba su metabolismo de la glucosa, lo que provocaba que los niveles aumentaran más después de comer y disminuyeran más lentamente de lo normal. Estos cambios ocurrieron dentro del microbioma, que es la población de bacterias que vive en el sistema digestivo.

En estudios anteriores, la diabetes y la obesidad se han relacionado con cambios en el microbioma. Después de una semana, el grupo de ratones que tomaron agua azucarada mostró que habían desarrollado una marcada intolerancia a la glucosa. Esto significa que su cuerpo era menos capaz de hacer frente a una gran cantidad de azúcar. Esto a menudo conduce al desarrollo de diabetes tipo 2 o síndrome metabólico. Los investigadores hicieron una serie de pruebas en ratones y luego reclutaron a siete voluntarios y les realizaron el mismo experimento que hicieron con los ratones. Cuatro de los siete voluntarios mostraron los mismos resultados que los investigadores encontraron en el experimento que hicieron con los ratones.

Este estudio de investigación todavía necesita más investigación, pero te hace pensar más en el hecho de que probablemente no deberías poner edulcorantes artificiales o edulcorantes adicionales en tu comida. ¿Hay algo más que una mala alimentación que influya en la aparición de obesidad y diabetes? Piense en lo que está poniendo en su cuerpo antes de que pueda hacerle más daño que bien.

Para leer el artículo completo, visite el New York Times